Al nacer comenzamos un trayecto de largo recorrido llamado VIDA. En muchas ocasiones ese trayecto es fácil de realizar, tan solo consiste en seguir un camino ya trazado. En otros momentos ese camino presenta bifurcaciones en las que debemos elegir nuestro propio recorrido. Puede ocurrir que en esa toma de decisiones perdamos el norte, nos encasillemos en caminos sin salida, o sencillamente nos desorientemos sin lograr alcanzar aquello que deseamos.
Cuando somos conscientes de que esa no es nuestra ruta y damos marcha atrás podemos descubrir que nos hemos perdido, que ya ni siquiera sabemos dónde estamos. Damos vueltas, corremos pero nos topamos con nuestra propia indecisión. Es entonces cuando debemos parar, reflexionar, dialogar, rezar y plantearnos qué es exactamente lo que queremos vivir.
El laberinto de la vida tiene muchas opciones, rutas engañosas y trayectos poco claros que nos invitan a descubrir lo verdaderamente importante. El laberinto nos invita a optar por nuestra propia libertad de elegir aquello que consideramos mejor. Pero ¿Sabes? desde abajo los laberintos son confusos sin embargo “desde arriba” se ve dónde y cómo estamos. DIOS desde lo alto sigue nuestro camino, ve nuestros tropiezos, nos señala un itinerario y, sobre todo, nos acompaña hasta alcanzar la salida. Así que abandonemos todo en las mano de nuestro Señor, para que el dirija nuestra vida, solo dejemos que el actué en nosotros.
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